Con la experiencia ganada durante la primera expedición nacional invernal al Campo de Hielo Norte y la ascensión al San Valentín, sabíamos que ir a campo de hielo en invierno lejos de ser una locura, es una de las mejores épocas, con menos viento, un clima más estable, más nieve pero al costo de días muy cortos y muy fríos.
Con esto en mente y la montaña en nuestros sueños comenzamos a organizar un nuevo intento al 3.018 durante Julio y Agosto del 2002, eso sí desde ahora llamaríamos a esta montaña Cerro Christian Buarcchio, en honor a una gran amigo y montañista chileno fallecido durante el transcurso de nuestra primera expedición en un accidente aéreo.
En un comienzo habíamos elegido una ruta de aproximación más corta que accede desde Chile, por los fiordos al sur de Pto. Edén. Tras averiguar con lugareños y la Armada nos enteramos de que estos fiordos estaban cubiertos de hielo, por lo que nos vimos en la necesidad de entrar nuevamente por argentina, y sólo por conocer nuevos parajes elegimos entrar a Campo de Hielo Sur por el Paso Marconi, unos cuantos kilómetros al norte del Monte Fitz Roy.
Esta vez éramos cinco, y de manera excepcional por primera vez habían en la expedición más mujeres que hombres, esta vez participábamos Viviana Callahan (Vivi), Fiorenza Marinkovic (Fío), María Paz Ibarra (Pachi), Sebastián Varela (Pollo) y Camilo Rada.
Siguiendo una ruta similar a la del verano (ver mapas) alcanzamos el paso Rokko en 13 días, cruzándolo con mal tiempo guiados sólo por el GPS, de hecho en toda la aproximación no tuvimos días realmente buenos y navegamos en varias ocasiones en "wide out" (condición de mala visibilidad que se asemeja a estar "dentro de una pelota de ping-pong")
Continuamos hacia el portezuelo que da acceso a la cara sur del cerro, allí hicimos un campamento transitorio para montar al día siguiente el rapel (cuerda para descender) que nos permitiría bajar al valle al sur del cerro Buracchio, al cual nuca nadie había entrado y desde el que tendríamos acceso a la pared sur del cerro y a su cara oeste, en la que esperábamos encontrar alguna ruta más fácil para acceder a la cumbre.
Una vez montado este campamento, la Patagonia nos regaló un día maravilloso, un cielo azul inundaba todo lo que no dominaba el hielo y la roca. Aprovechamos de explorar la faz oeste del cerro, el cual nos siguió impresionando, pues termino de constituirse en una fortaleza que no afloja en verticalidad y dificultad por ninguna de sus caras, pues presentaba por este lado enormes paredes de granito vertical cubierto de escarcha y coronados de los hongos de hielo propios de la Patagonia.
Esto fue un golpe duro para el grupo, pues la ruta más factible de la montaña ahora revelada por todos sus flancos, era una vía técnica en hielo, por lo que para poder lograrla había que elegir una cordada pequeña conformada por los que tenían más experiencia en este tipo de escalada. De esta forma María Paz (Pachi) y Camilo conformarían la cordada de cumbre, mientras los otros tres tendrían que esperar abajo apoyando logísticamente a los de la pared, renunciando de esta manera a la ansiada cumbre en pos de que el equipo alcanzara la meta.
Al siguiente día accedimos a la pared, reconociendo de mejor manera el inicio de la ruta y equipando los primeros dos largos, pero el mal tiempo nos obligó a volver al campamento, eso si tranquilos pues aún nos quedaban unos 10 días para esperar el buen tiempo.
Luego de dos días de espera e intensas nevadas, tuvimos una nueva oportunidad pues el día Sábado 3 de Agosto amanecio espectacular y la presión subía como avión.
Alcanzamos muy temprano la base de la pared y nos encontramos con que habían caído 3 metros de nieve en la base, lo que significo un enorme trabajo para recuperar la cuerda que habíamos dejado fija al suelo mediante una estaca de nieve.
Luego de reiniciar la escalada completamos 5 largos de una ruta hermosa en hielo alpino de buena calidad, muy sostenido en torno a 70 y 80º, con pasos de 90º y algo más. La pared no daba descanso alguno, al final del día ya con linternas alcanzamos la única sección de la pared que baja de pendiente a unos 60º, allí había una capa de nieve dura de unos 30 cm de espesor que luego de tallarla seguimos con el duro hielo cristal hasta construir una terraza de un metro por 40 cm en la que ambos dormimos sentados medio metidos en un solo saco de dormir. Al día siguiente aún con un tiempo espectacular completamos 5 largos más y con ello la primera sección de la pared, de más de 500 m de hielo. Alcanzamos así un hombro en el que cavamos un pequeño refugio en el que dormimos soportando bastante bien las temperaturas nocturnas que pasaron de los 20º C bajo cero. Habíamos planeado dormir sólo un día en la pared, por lo que estabamos muy justos de comida, y el tercer día lo iniciamos bastante fríos y cansados. Enfrentamos así la última parte de la montaña, consistente en una travesía por hielo de mala calidad que completamos rápidamente para luego remontar el hongo cumbrero que presentaba una escalada de unos 30 m por unas canaletas verticales de hielo malo, tras las que se tenia acceso expedito a la cumbre. Escalados ya 20 m Camilo perdió sustentación del hielo y cayó 20 m quedando colgado del último tornillo de hielo emplazado. Tras esto reevaluamos la situación. Pachi, que prácticamente no se había movido desde la mañana tenía mucho frío, el termómetro al interior de la chaqueta de Camilo marcaba –11 ºC, comenzaban a aparecer nubes y en el campamento nos informaban que corría bastante viento y la presión bajaba marcadamente. Evaluamos los tiempos y notamos que hacer cumbre y bajar implicaba legar debajo de madrugada con quien sabe que condiciones, además la escasez de comida nos tenía cansados y con poco calor corporal. Todo esto determinó, que a mucho pesar y tras largo rato evaluando y reevaluando la situación, decidimos por seguridad devolvernos a pesar de estar tan cerca de la cumbre, además aún quedaban días como para realizar un nuevo intento si es que el tiempo lo permitía.
Alcanzamos la base de la pared a las 23:00 h, luego una tormenta de viento con más de 120 Km/h, hizo muy dura la marcha, en la que tardamos más de 2 horas en recorrer lo que normalmente hacíamos en menos de 30 minutos. Al alcanzar el campamento nos percatamos de que el viento obligó a nuestros compañeros a hacer una cueva en la nieve, a la que llegamos para obtener un merecido descanso, pues aunque era pequeña daba toda la tranquilidad que no existía afuera.
En esta cueva soportamos 5 días de mal tiempo, la fuimos agrandando a medida que pasaban los días, al irnos dejamos abandonada toda una mansión de hielo.
Tras esto recorrimos rápidamente el camino de regreso, y en seis días alcanzamos El Chalten, a través de la ruta del Paso del Viento que habíamos conocido durante el verano.
Fue una expedición extraordinaria, tuvimos días maravillosos y realizamos una de las mejores escaladas de nuestras vidas, la disfrutamos de principio a fin, pero a nuestro pesar sin estar completa, como una fina pieza de relojería que aunque le falte un solo engranaje por pequeño que sea.... no funciona. La cumbre aún no era lograda, aún mas fascinados y enamorados de la montaña algún día volveríamos a conquistar la cima, tal vez más pronto de lo que pensábamos.